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22 de enero de 1782

Señorita,

Tengo el honor de enviarle una memoria en la que el asunto es interesante. Se podría rendir a las mismas Gracias semejantes honores ya que todos los agrados las acompañan, ya que ellas saben unir el don de pensar y el de sentir, y que ellas son igualmente dignas de llorar el infortunio y de regalar felicidad.

A propósito de un asunta tan serio, señorita, ¡me será permitido hablar de canarios! Sin duda, si los canarios son interesantes... y cómo no lo serían puesto que vienen de usted? Son muy lindos: nosotros nos esperamos que siendo criados por usted serían los más dulces y los más sociables de todos los canarios. Cual fue nuestra sorpresa cuando acercándonos a su jaula, los vimos precipitarse contra los barrotes con una impetuosidad que nos hizo temer por sus días! Y he aquí la doma que ellos repiten todas las veces que distinguen la mano que los alimenta. ¿Qué plan de educación ha usted pues adoptado para ellos, y de dónde viene su carácter salvaje? ¿Es que las palomas, que las Gracias crían para la carroza de Venus, muestran ese salvajismo natural? ¿Un rostro como el suyo no ha debido familiarizar cómodamente sus canarios con las figuras humanas?

O bien, ¿será que, después de haberlo visto, ellos no pueden soportar los otros? Explíquenos, se lo suplico, este fenómeno. Esperando, nosotros todavía los encontraremos amables con sus defectos. Mi hermana me pide, en particular, de atestar su reconocimiento por la bondad que usted a tenido al hacerle este presente, y por todos los demás sentimientos que le a inspirado.
Soy con respeto, señorita, su muy humilde y obediente servidor.

Arrás, 22 de enero de 1782

DE ROBESPIERRE

P.-S. —Tengo el honor de enviarle tres ejemplares, y le dejo el encargo de hacer el mejor empleo posible de aquellos que usted no se molestaría en conservar.